Fecha | Plaza | Cartel | Ganadería | Resultados |
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25/07/2013 | Santander | Padilla, El Juli, Perera | Garcigrande | Ovación y ovación |
El que hizo segundo se comportó de manera fea en los primeros tercios, muy al estilo de como sería el resto de la corrida. Tras el brindis al cielo, El Juli desplegó su concepto desde el minuto uno, muy asentado, largo el trazo y mucho mando, un gran esfuerzo, dado que fue un toro que repitió pero sin mucha fijeza. Tras las bernadinas, volvió la gente a rugir con un remate de mucha gracia. Lo mejor de la actuación del madrileño llegó ya entrada la faena al quinto, animal de cambiante embestida y derrotes que cortaban el aire, sujetándolo en una serie con la diestra cuando quiso rajarse, con un toque imposible al ojo derecho al despedir un muletazo. A partir de ahí, sendas tandas con ambas manos made in Juli, clamor bajo la lluvia y otra vez ese acero que le impidió pasear dos orejas que deberían haber ‘caído’ al unísono. José María de la Rosa
El Juli saludó una ovación ante el que hizo segundo. Perdió los trofeos el madrileño tras emborronar una faena de enorme oficio y conocimiento ante un toro medio y que tuvo medias arrancadas. Julián lo sometió en muletazos de buen gobierno y templanza. Podido el toro, terminó por rajarse. Cerró por bernadinas ajustadas. El madrileño emborronó con la espada otra buena faena al quinto. Sin obligarle ni apretarle de salida, fue metiendo al toro en el canasto. Faena de menos a más, en la que dio tiempos y distancias, y puso toda la emoción que le faltó al toro. Faena de mando, entrega y buen hacer en la que dejó pasajes de gusto y torería. Licinia Muñiz
Dos veces se llenó el paladar con Juli, que no lo ve con la espada y comienza a ser un problema. No para el gourmet, que contempla su portentosa forma de muñequear el vuelo para robarle un tranco más al toro medio y se satisface con creces, sino para el que se sienta en el tendido queriendo ver a Julián paseando las orejas. Como si la foto del natural encajado no contase en su album. Sólo la de las orejas. Hubo mucho, mucho más en una tarde en la que tuvo Julián dos toros con más defectos que virtudes y a ambos los pudo desorejar de no marrar con el acero. Cierto es que que pocos más entienden la llegada dormida y la esperan hasta el último segundo para tocar al llegar y al final, cuando parece que el muletazo va a morir y aún le queda un metro. Todo ello, arrastrando dos palmos de franela por la arena marrón de Cuatro Caminos, que no lo sacó a hombros ni falta que hace, pero no lleva bien la ambición de Juli que no entre la espada. No por pinchar, sino por la horrible forma de ejecutar la suerte. Ya la reinventará. Marco Antonio Hierro