El Juli pierde con la espada un triunfo de clamor en Cali
Fecha | Plaza | Cartel | Ganadería | Resultados |
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29/12/2012 | Cali | Diego González, El Juli, Luis Bolivar | Ernesto Gutiérrez | Ovación y ovación |
Cali (Colombia). Sábado 30 de diciembre de 2012.
Quinta corrida Feria de Cali. Casi lleno. Toros de Ernesto Gutiérrez de variado juego y presencia. Diego González (de marino y oro) silencio y palmas; El Juli (de tabaco y oro) ovación y ovación; y Luis Bolívar (de rioja y oro) ovación y oreja.
La faena ha sido completísima, lances variados de recibo, incluyendo el quite ajustadísimo por chicuelinas. Con la muleta El Juli ha mostrado toda su tauromaquia, con empaque y poderío. Todos los pases, por bajo en redondo y con temple exquisito al compás del pasodoble, pero no hay dicha completa, dos pinchazos y varios descabellos le impidieron pasear las dos orejas. Y en su segundo – el quinto malo- pegó todos los pases habidos y por haber a un manso que corrió siempre. Hasta con la estocada caída intentó saltar al callejón. Alberto Lopera
El Juli mostró su repertorio de capote, primero galleando por chicuelinas y luego en un variado quite rematado con una larga cordobesa. El madrileño administró la calidad y la nobleza del toro de Ernesto Gutiérrez para cuajar una faena ligada por ambos lados en la que llevó cosida la embestida del toro. Julián tiró con temple del toro, sobre todo con la mano derecha. Con el toro venido a menos, hilvanó circulares antes de perder los trofeos por el fallo con los aceros. Anduvo muy por encima del quinto, un toro descastado y rajado. Salió decidido el madrileño, que quitó por lopecinas. No quiso embestir el toro, pero quien sí quiso fue Julián que lo exprimió en una faena entregada, comprometida, de mucho corazón y de una actitud ejemplar. Se inventó la faena ante un animal aquerenciado en tablas. Mató de una estocada caída.
Afortunados estuvimos, pues ahora que Valencia, Madrid y quizá Sevilla no podrán ver al Juli, nosotros, por acá tan lejos, vimos tres; el gran maestro, el novillero hambriento y una sola figura verdadera. Sólo eso pagaba la corrida. El milagro lo propició la diametralidad antagónica de su lote. Un pastueño desganadito al que comenzó a hipnotizar con verónicas, chicuelinas, medias, orticinas, cáleserinas y largas, y terminó esclavizando con una muleta que parecía mágica pues lo hacía circular en rededor de su estatua, y lo regresaba por donde parecía imposible. Dele que dele, y la plaza que se caía. Lo que hace El Juli con el toro no lo hacen los demás sin el toro. !Por esta! Con dos molinetes y uno de pecho lo igualó, lo pinchó tres veces y sin estoquear le dio con la cruceta tres más. !Ah?
El otro Juli apareció con ese quinto huido, manso de solemnidad. Cualquier otro le pega par doblones y una estocada sin que nadie le pueda chitar. Pero este no es cualquier otro, es El Juli, y como empeñado en que aún el peor de los toros tiene lidia y triunfo, tiró para delante, y cual maletilla hambriento en una capea de la oportunidad, le buscó y le buscó la cara, largamente, sin descomponerse, y le arrancó y le arrancó pases a pares y a ternas. La banda rendía honores a la torería y la muchedumbre bramaba. Era el triunfo imposible. Estocada trasera subcutánea y tres descabellos. Jorge Arturo Díaz