Entrega y maestría de El Juli en su encerrona
Fecha | Plaza | Cartel | Ganadería | Resultados |
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21/08/2009 | Bilbao | El Juli | Jandilla | Ovación, palmas, ovación, ovación, oreja y ovación |
Bilbao. Sábado 21 de agosto de 2009.
Séptima de las Corridas Generales. Casi lleno. Toros de Jandilla, el sexto como sobrero.
El Juli (de berenjena y oro) ovación, palmas, ovación tras petición, ovación, oreja con leve petición de la segunda y gran ovación.
Fue una gesta auténtica. Asumir el peso y la plena responsabilidad del festejo habiendo toreado y triunfado unas horas antes en la nocturna de Mallorca y llegar a Vistalegre casi sin descansar, con toda la presión de la encerrona en la mente. Y luego resolver el festejo en el que siempre tuvo que escalar, en el que cada palma, salvo las de bienvenida, fueron ganadas y sudadas. El premio final fue totalmente injusto, porque El Juli mereció más. Más trofeos, que hubieran llegado, seguro, de haber andado más contundente con la espada. Como mínimo tres. Y la puerta grande. Pero cada pinchazo caía como una losa, y eso que no hubo muchos, los suficientes como para guardar los pañuelos. Pero orejas aparte, que en Bilbao salen carísimas, la actitud del maestro madrileño fue admirable, de gran entrega, de gran superación y capacidad. Nunca se vino abajo y siempre superó las circunstancias, entre ellas, una corrida que no estuvo acorde a las expectativas, por su juego. Y es que salvo quinto y sexto, que dieron más facilidades, el resto del encierro no ayudó en nada al buen guión de la tarde. Todos se defendieron, más de uno con peligro, mirones y metiéndose por dentro. Pero encontraron a un maestro cumbre, que maneja colosalmente las alturas y distancias, y sobre todo los toques, siempre en el momento perfecto. Y no se cansó de tapar defectos de sus antagonistas. Pero salió el quinto, que dio mejor juego, más que ninguno, pero sin excesos. Y Julián lo cuajó. Por ambos pitones. Enrazado al tiempo que templado, asentadísimo, pasándose las astifinas defensas por los muslos una y otra vez, ligadísimo. Circulares finales, redondos de vueltas entera. Y por fín, una estocada, estocadón, en todo lo alto. Una oreja pedida con clamor y una segunda solicitada con timidez. El sexto fue devuelto y en su lugar salió el sobrero, recibibo por El Juli con dos largas cambiadas. Y tras los puyazos resurgieron las lopecinas, que le salieron lentas y limpias. Pidió la muleta a su mozo de espadas por última vez y se fue a los medios para esperar allí al jandilla. El comienzo fue arrebatador, con tandas redondísimas, por abajo y con su temple de siempre. Con la izquieda dibujó naturales larguímos, quizás menos ligados, pero igual de hondos. Se rajó el toro y en aquellos terrenos de tablas dibujó un final de faena bellísimo e inspirado. Pero pinchó, dos veces, y se fue el premió, como se fue tras pinchar una sóla vez al tercero, como posiblemente se fue también del cuarto tras una estocada poco contundente y el fallo del puntillero. Y el premio justo para la tarde, de tres o cuatro orejas, se quedó en una. Pero allí quedó el gesto, la maestría y la gran entrega. Y los quites: caleserinas, chicuelinas (en el quite y en el galleo), faroles, lopecinas... y uno cumbre, por gaoneras, para poner a cualquier plaza del mundo en pié.