Crónicas

Crónicas de Julián López

Bilbao: Sensacional Julián López “El Juli”

Fecha Plaza Cartel Ganadería Resultados
20/08/2008 Bilbao Padilla, El Juli, Perera La Quinta Ovación y oreja

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  • Bilbao. Miércoles 20 de agosto de 2008.


    5ª de las Corridas Generales. Tres cuartos largos de plaza. Toros de La Quinta, el quinto como sobrero.
    Juan José Padilla (de azul añil y oro) oreja y ovación; El Juli (de verde hoja y oro) ovación y oreja; y Miguel Ángel Perera (de marino y oro) ovación en ambos.
    Al término del paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas del accidente de avión ocurrido en el aeropuerto de Barajas.


    “Nadie se enteró. O no quisieron enterarse. Como si fuera un secreto, como si no hubiera ocurrido, taparon la faena con un manto de silencio. Una ovación como de compromiso le dedicaron a El Juli a la muerte del segundo. Oles los justos, o ninguno, durante la interpretación del toreo lento, ligado, destroncado de Juli. Ni siquiera se destocó el público con un quite a la verónica sensacional, a compás, rematado con una media con las manos muy bajas, que era de chapó y bramido. Igual se habían vaciado tanto con las reolinas, remolinos y molinillos de Padilla en el anterior que ahora les daba pereza romperse con el lance vago y dormido de Julián López. Despacio, muy despacio, sucedió cada muletazo, el embroque, el larguísimo y curvo trazo. Tapada, muy tapada, la mirada noble del buen toro de La Quinta, por si hubiese algún defecto, que no se viera. Y no se vio. Hasta más allá de la tercera tanda tampoco el palco captó la pieza para hacer sonar la música. El Juli cosió la embestida en circulares invertidos, después de cuajar al toro por las dos manos, y la gente medio que despertó, tímidamente. Una trincherilla fue la despedida. Y una media estocada en todo lo alto, el colofón. Necesitó el descabello, pero tampoco había ninguna intención mayor. Que quede entre nosotros la faena. El Juli no se vino abajo ni cuando protestaron la cara lavada y ausente del sobrero que sustituyó a un flojo quinto. La corrida de La Quinta pecó de justas fuerzas, y se esperaba más motor. Pero de presentación fue una joya, la más pareja de muchas ferias: finos cabos, caras guapas y serias santacolomeñas, pelajes cárdenos, hocicos chatos... Menos el reserva, que, a fuer de ser sinceros, no pasaba la prueba del algodón de «toro de Bilbao» ni considerando las condiciones morfológicas de Santa Coloma. Pues El Juli fue capaz de darle la vuelta a la tortilla. Raza de figura. Y cabeza también. Toreó muy a la voz y al toque para hacerlo romper hacia delante, y cuando el toro llegaba hasta allí ya tenía la tela roja dispuesta para quebrantar sus dudas y su resistencia. Se impuso la ciencia, el talante ganador. Ahora sí que el personal respondió ante la evidencia mandona de un Juli tremendamente crecido y bravo. El espadazo inapelable unificó pañuelos. La oreja cayó, aunque no quita la deuda de la faena (secreta) anterior”. La faena secreta de El Juli. Zabala de la Serna (ABC).


    “Con la corrida cuesta abajo, mayor mérito tiene el triunfo y el poso que dejó El Juli. Diez años resumidos en una faena. De las de querer y poder, de las de inventarse el toro y la faena, como si tal cosa. No fue toro fácil, porque a su falta de raza -como sus hermanos- éste sumó su aspereza y el esperar el momento para lanzar el derrote. Pero con él y con el ambiente pudo El Juli. No estaba la plaza con él. Ayer no tuvo toros y estaba fría la cosa. Se vio en un formidable quite al primero de su lote. A la verónica, jugando los vuelos, a cámara lenta fueron los tres lances. Sin un toque a destiempo. Y la media de broche, una pintura. No se ha toreado tan despacio ni tan bien de capa aún en la feria, pero sólo se escucharon unas tibias palmas. Con ese toro, noble pero flojo y sin motor alguno, se descaró El Juli en los medios. Allí lo llamó sin prueba alguna, con la muleta en la mano diestra. Y allí mismo le recetó cuatro bajando la mano y con temple exquisito. Sin perder un paso, en el mismo sitio. Y después llegó otra todavía mejor, más roto el torero, haciéndolo todo a cámara lenta. Sin un tirón, sin nada. Pero no había eco. Tampoco prendió la mecha cuando lo llevó por la zurda. Siempre tapado, seguro, cargando la suerte, la muleta puesta y el grito de "¡Mira!" tan de Julián cuando toca a los toros a la voz. Midió El Juli la faena, que tuvo el colofón de una serie en redondo todavía de mayor dominio y pulso. Al ralentí. Media estocada en el sitio donde mueren los toros y un descabello. Viendo que la cosa no entraba en calor, El Juli se fue a brindar ese toro de tan pocas opciones a los medios. Sorprendió a propios y extraños. No a él, que supo muy bien lo que hizo, cómo lo hizo y cuándo lo hizo. Esa faena fue una demostración de poder y técnica. No tenía fijeza el toro, se la dio Julián con la muleta a los toques. Terminó tragándoselos el toro. Encajado siempre, puesto en todo momento, afloró entonces la madurez torera de Julián. Diez años no pasan en balde. A la defensiva el toro, El Juli planteó y resolvió en los medios, todo en palmo de terreno. En un ladrillo dicen. Tuvo la faena la doble virtud de someter al toro y hacer entrar al público en la corrida. Tan distante y tan caliente entonces. Fue faena de más a mucho más. Porque no hubo tiempos muertos, ni paseos. Sí tensión, la que se mascaba con el toro agazapado tras la mata. Pero El Juli, que había dejado antes un quite ajustado por chicuelinas, apostó y encontró premio. En la media distancia siempre, por la zurda al principio, El Juli se lo trajo, lo mandó y lo dejó donde quiso. Con autoridad y suficiencia. En redondo creció todavía más la faena. Con tranquilidad y poso, aguantando incluso los tornillazos del toro a la altura del palillo. Una y otra vez, el toro lo metió en la canasta. Todo muy lento, todo muy rotundo. El ayer feliz Matías racaneó la música hasta que Juli comenzó el final en los terrenos del corto. Clásico ya en el madrileño: con penduleos, circulares, cambiados, molinetes y pases de pecho. En un palmo. Igualado el toro, todavía tuvo un empuje para venirse al pecho. Cambió los terrenos El Juli y atacó rápidamente. Una estocada hasta la bola, un pelín trasera, pero mortal de necesidad. Aunque lo levantó el puntillero al primer golpe, estaba fulminado. En los medios, donde Julián firmó su obra, cayó a plomo. Y cayó la oreja, sudada y trabajada. De las de más importancia que El Juli haya paseado en Vista Alegre. El dicho de "una oreja de Bilbao" recobró su importancia y su significado”. A la Quinta, El Juli en Bilbao. Mario Juárez (burladero)


    “…Y por eso la misma botella naufradada mensajeó que en esa misma arena El Juli había dicho por enésima vez que era un figurón del toreo explicándose con un toro de raza alelada y anodinamente desbravado. Otro mensaje podría leerse: la casta del toro no tiene leyenda sino presente. La leyenda es proclive a la mueca. Al gesto. Nunca a la gesta. Fue con un sobrero cuesta arriba, degollado y zancudito, de canal estrecha, manso y tardo, anodino y negado. Para llegarle mucho (provocar) y para ser capaz de hacer algo con lo que medio regalaba: media embestida con la cara por las nubes. Se le iba la feria a El Juli. Cuestionado en una plaza de amores divividos y casi no compartidos. Brindó a todos los bandos posibles. Y soba que te soba, fue capaz de varios milagros insospechados. Uno: torear citando tan cerca de un toro tardo y manso que necesitaba de ese enchique para ser provocado. A tres pasos le mentabas a la madre y ni mu. Dos: prolongar una embestida de dos pasos con la cara alta. Tres: alargarla y empujarlo más allá de lo milagreado con uno o varios toques. Siempre empapado de tela, siempre a dos dedos del hocico, siempre consintiendo, siempre empujando al toro. Por un pitón y por otro. Con una y otra mano. Sólo él tuvo fe para saber que se podía hacer. Una faena siempre hacia arriba, muy de tocar y palpar para creer en ella, meter los dedos en la herida para saber que era cierto. Tarde la música, tarde los ronquidos de los olés. Una faena de gran figura al alcance de muy pocos. Había matrimoniado mal El Juli con la grada en el segundo. Mal o escasamante. Porque dos lances y una media en un quite a un toro justito de picante y gracia fueron cumbre del toreo de capa. Y una faena medida, sujetando al toro, dándole celo al abrirse por arriba desentendido de la tela. Celo, encelar, hacer medio bravo al no bravo. Limpio todo, sereno y capaz. Perdió una oreja al tener que descabellar. Mensaje en una botella”. Carlos Ruiz Villasuso (mundotoro)


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