Fecha | Plaza | Cartel | Ganadería | Resultados |
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20/08/2005 | San Sebastián | El Juli, Antonio Barrera, Eduardo Gallo | Jandilla | Ovación, oreja y ovación |
SAN SEBASTIÁN. Sábado 20 de agosto de 2005
Con más de tres cuartos de entrada en el coso de Illumbe se ha lidiado seis toros de Jandilla, el primero un sobrero del mismo hierro
EL JULI (de grana y oro) OVACIÓN, OREJA Y GRAN OVACIÓN
ANTONIO BARRERA (de grana y oro) OVACIÓN EN EL ÚNICO QUE MATÓ
EDUARDO GALLO (de azul pavo y oro) OVACIÓN Y OREJA
”Soberbia tarde de El Juli”. Por Barquerito (Diario Vasco)
Lo que hizo memorable la ocasión no fue lo circunstancial. Ni el sobrero de Jandilla ni el percance de Barrera. Lo memorable fue la manera de estar. Todo El Juli. Una exhibición de recursos para ganarle la pelea al enrabietado sobrero que pegó cornadas al aire con arisco aire. Y otra luego, pero en más gentil versión, para lidiar, someter y gobernar cumplidamente los otros dos toros que mató. Un cuarto que, suelto del caballo, protestón y celoso, tomó la muleta a media altura. Sin negarse pero sin codicia y, sobre todo, gazapeando mucho. Los recursos de El Juli, tantos, hicieron pleno a la hora de corregir esa embestida andarina del toro, que se puso a escarbar de pronto. Como si con la escarbadura, y al dejar por fin de gazapear, quisiera subrayar que allí no mandaba él, la otra parte.
Recursos y medicina muy semejantes para pulir en el toro que cogió a Barrera defectos diversos: venirse andando y tardar en querer de verdad. La manera de poderles El Juli a sus tres toros fue apabullante. El cuerpo a cuerpo con el sobrero tuvo importancia. Por la distinguida técnica de torear por delante con medios muletazos de castigo y aliño, por la manera de engañar al toro anticipándosele, por la torería para cuadrarlo con cuatro muletazos de pitón a pitón francamente buenos. De repertorio. Toreo añejo, que no es sólo forma sino fondo también. Esa faena, no de público pero sí de mérito mayor, la abrochó Julián de gran estocada.
Los fastos mejor celebrados, con toros de mejor condición, fueron después. Al sobrero le plantó El Juli pelea completa en los medios. A los otros también. Sobresaliente detalle: faenas íntegras en el platillo, donde no caben casi ventajas. Largas las dos por que corregir una embestida gazapona come tiempo. Tensas también. Y llenas. No hubo apenas ni un muletazo de más. Si acaso, el segundo de los dobles de pecho o cambiados, que aliviaron por arriba a toros tan forzados por El Juli
Y su muleta blandida suave y batientemente. Faenas de las de convencer al toro primero ya la gente luego. De partida, El Juli se había topado con esa reticencia colectiva que pretende castigarlo en casi todas partes. Prevalecieron el gusto y el sentido comunes
a la hora de festejar las gracias y venturas de la relevante faena al cuarto jandilla, que fue de mitad en adelante un concierto.
Sonó el "Marcial". Dominio del toro en la media altura, limpieza en el gobierno de los viajes, ligazón de las tandas, caprichos de torero a placer, salidas con gesto
soberbio de El Juli. Autoridad, una forma de llenar la plaza.
Importante. Había rumor de dos orejas, y la faena las valía, pero El Juli cobró estocada caída que se llevó una. La faena del quinto tuvo cumbre cuando El Juli se impuso con la mano izquierda, por donde el toro se acostó o se resistió. Hasta que El Juli se lo trajo atrás en semicírculo y tres veces ligadas en un Palmo. No dejarle al toro en su inercia, jugar con él como si lo camelara, moverlo para que no se le parara, sacarle el engaño a la velocidad que convino. Tal fue la faena.
Los cinco muletazos para cuadrar al toro fueron antología secreta. Esta vez El Juli enterró media traserilla y descabelló dos veces. No hubo petición siquiera.
Rácano el premio. Se quedó corta la gente.
“En gracia El Juli”. Por CRV (Mundotoro)
La corrida apenas sacó aprobado, y mejoró porque El Juli estuvo redondo... Pocas embestidas regaló la corrida de Jandilla, con tres toros más finos y otros tres más amplios, entre bastos y poco entipados. Tan pocas que sólo el sexto entra en la categoría de "los que se dejan". Devuelto por descoordinado el primero, sacó el sobrero deslucimiento y escasez de empuje para que El Juli avisara de su fortaleza con una faena en la que el planteamiento fue perfecto. Un toro para hacer el esfuerzo a sabiendas que no iba a dejar la puerta abierta al triunfo. Derrotes del toro, miradas y apenas un enganchón, faena larga, siempre en la distancia que el toro medio admitía los cites, y una buena estocada.
Cuestión de distancias. Y alturas, pues la corrida protestó mucho en corto y deslucía, a veces con violencia, otros con sosería. Ese fue el caso de feote cuarto, un toro cuyo fondo no se intuía y que lo tuco porque El Juli, en la distancia que marcada el toro, citándolo a la altura de su mirada (con la cara alta) lo sobó sin someter hasta lograr prolongar las embestidas. Un toro con suerte este de Jandilla, porque ni se cansó el Juli, ni erró, ni se aburrió en una faena en la que Illumbe volvió a entregarse.
“El derecho a ser millonario”. Por Juan Posada (La Razón)
El derecho a ser un millonario de los ruedos exige una especial entereza de ánimo, de tipo vocacional. Como en la mística, hay que disfrutar con el sacrificio, porque los resultados suelen ser gloriosos delante del toro. El Juli acreditó de sobra por qué ha llegado a ser rico.
El primer burel fue sustituido y devuelto por otro de la misma ganadería. El sobrero, al que apenas sangraron en el caballo, gazapeó y derrotó mucho en la muleta de El Juli. El madrileño realizó una faena de lidia al estilo moderno, es decir, buscando la quietud a la vez que la eficacia y las distancias, enseñar el trapo muy a tiempo y perderle de vez en vez un paso para establecer espacio entre él y el toro.
Mérito. Lo meritorio, aparte de la decisión, las variantes que utilizó durante su labor, conforme las reclamaban las condiciones del animal. Tuvo que tragar para quedarse en el sitio del peligro, sin rectificar tras cada muletazo, para intentar desengañarlo, aunque, a costa de la justeza en el terreno, le prendiera la muleta en alguna ocasión. La estocada, muy cerca de la perfección.
Con el cuarto, al que había que desengañar a fuerza de exponer y practicar la técnica del toreo, justificó que los millones en esto del toro, a Dios gracias, no se ganan porque sí. En el centro del ruedo, los primeros muletazos, tragones y a la espera de que la res, siempre al paso, se decidiera a embestir. La faena iba por orden del valor, pero se superó al torear con la izquierda, sin humillar el ejemplar, y también a tragalón. A partir de entonces, muy cruzado, el burel se desengañó y el torero se superó: surgieron muletazos templados y aguantando. El torero, perfecto en la ejecución del arte, convenció a los «reventadores» en los últimos muletazos, todo dominio y regodeo. Una figura del toreo en toda la extensión de la palabra.
Con el quinto, que cogió a Antonio Barrera tras una larga cambiada en el tercio, realizó una excelente labor jaleada por todos. El toro fue a más bajo la batuta del diestro, siempre en el centro e interpretando el mismo estilo torero que en el anterior.
El astado embestía con genio pero cuando se le hacían las cosas bien, que fue siempre, metía el morro hasta el final. Por ello, a partir de la mitad de la faena fue a más, obedeciendo las indicaciones de El Juli, que, dueño ya de la situación, se arrebujó con el toro por la derecha tras unos naturales menos eficientes a causa de la peor embestida. Terminó su labor muy fajado y, confiado, se lo pasó más cerca que en ningún momento, dando la maravillosa sensación de estar gozando más que nadie. El Juli confirmó el excelente momento por el que atraviesa.
”Crecida tarde de El Juli”. Por Zabala de la Serna (ABC)
Al alto cuarto, que compensaba el volumen con una cara más agradable, lo enganchó y lo sometió con largura por su buen lado derecho, constantemente a más, ligado y vibrante, con fibra y casta, que es cuando conecta de verdad con los públicos. No era igual el pitón zurdo, que supuso un bache en mitad de la faena. Pisó el acelerador, aseguró con rectitud la estocada y se embolsó una justa oreja. El triste percance de Barrera le colocó otro cartucho en el cinto. Noble el jandilla, sin terminar de romper hacia delante; y El Juli poniendo el resto, empujándolo con la tela para completar el último tranco que le faltaba. Conectó la creciente obra de buen muletero, con la tensión precisa, sin embraguetarse nunca y, otra vez, desplazando mucho al toro con la mano izquierda más que trayéndolo. Respondió la gente aunque al final se enfriase sólo por dos descabellos.
“Magistral y muy por encima de los tres toros que mató, Julián López mejoró las condiciones del cuarto y del quinto y cortó una iportante oreja”. Por José Antonio del Moral (Ocio Crítico)
Por fin se divirtieron los donostiarras en su plaza de toros gracias al magisterio que derrochó "El Juli" frente a una corrida de "Jandilla" que hasta que saltó el sexto toro no dio facilidades a ninguno de los tres espadas. La tarde empezó muy mal con un toro devuelto por descoordinado de movimientos y con otro de muy mal juego con el que Julián López ya anuncio que venía en plan de doctor en tauromaquia. Nada de filigranas artísticas, sino pura ciencia, técnica que dicen ahora, buena colocación, toques exactos y temple a raudales. Solo así fue posible que el animal medio pasara hasta doblar gracias a un espadazo eficaz.
Así iba la cosa cuando salió el cuarto y manseó como sus anteriores hermanos. La Ilusión y la solvencia de "El Juli" volvieron a poner de manifiesto que venía a por todas y así aconteció con otra faena no solo meritoria sino incluso lucida, en la que logró que el toro le obedeciera sumiso por los dos pitones dejando claro que quien manda en el toro es el que manda en el toreo. La estocada a tono con lo anterior, puso la oreja del animal en las manos de "El Juli", naturalmente orgulloso de haber logrado tan importante despojo. Otra podría haber cortado del quinto, un animal que nada más salir alcanzó de lleno por el vientre a Antonio Barrera y lo zarandeó trágicamente haciéndole saltar la barrera sin saber que llevaba echa polvo una clavícula. ¡Qué desgraciado este Barrera que parece gafado de por vida porque nada más salir de cada percance acontece en siguiente¡. Lo siento de veras. Pero allí estaba "El Juli" como digo, de nuevo dispuesto a que lo que parecía imposible fuera luminoso. Otra faena de enorme decisión y tanta precisión como hizo falta para que el renqueante animal tomara la muleta por redondos en principio inaceptados. Lástima que otra estocada superior necesitara de dos golpes con el descabello. Claro que, con dos orejas cortadas en distintos toros, "El Juli" no podría haber salido a hombros porque en el País Vasco rige un reglamento taurino que solo lo permite cuando se cortan un mínimo de tres, dos de ellas de un mismo animal. Casi mejor no poder salir a hombros en Illumbe donde se hace directo al aparcamiento de la plaza y no a la calle como en las demás plazas.
“El buen momento de El Juli”. Por Jon Ander Sanz (Burladerodos)
Con buena parte de ellos, El Juli dio una gran tarde de toros en San Sebastián, estoqueando a tres Jandillas por la cogida de Antonio Barrera, tres animales a los que sacó lo mejor que tenían, logrando buenos muletazos por ambos pitones.
Destacaron, sobre todo, las faenas realizadas al cuarto y al quinto de la tarde, con los que estuvo muy bien. Fue una lástima el fallo a espadas con el quinto, que le impidió cortar otro trofeo. Pese a todo, Julián ha dado en San Sebastián su dimensión como torero.
“El Juli se sale”. Por Barquerito (Aplausos)
El Juli hizo en San Sebastián cosas de gran relevancia. De las que sólo los toreros grandes saben y pueden hacer. La primera, darle la vuelta al marcador. Vuelco extraordinario. La Semana Grande, la taurina, estaba tocada. Muy viscoso el ambiente. Desaliento sensible. Un bajón de gente. En los toros. Fuera de los toros, todavía más. Iba a sonar la campana, se asfixiaban los de la silla de ring. Gente dispuesta a arrojar la toalla. Grave.
Ese era el paisaje antes de que El Juli saliera el último; sábado a torear en Illumbe. En las vísperas, El Juli parecía muerto de gimas por hacerlo. Sin disimulo. Sólo:el jueves, cuando la corrida de San Martín, se dejó ver en una de las trincheras del callejón de Illmnbe. Le hicieron fotos. No estaba escondido. No vino de incógnito a San Sebastián. Llegada la hora, toreó soberbiamente tres toros de Jandilla. Tres y no dos, porque uno de ellos, el quinto de corrida, le rompió a Antonio Barrera la clavícula en un lance de recibo. Barrera había entrado en el de la corrida de Jandilla como sustituto de Rincón, herido leve en Antequera. De pronto, El Juli era cabeza de cartel. Con todas sus consecuencias. Tercero de terna era el joven y tierno Eduardo Gallo. Al caer Barrera, El Juli se vio en la encrucijada de matar un tercer toro. No hubo ni que llegar al tercero.
Ya había puesto El Juli el mundo en orden antes de que Barrera fuera atropellado. Más o menos en orden, porque el orden es relativo por naturaleza. Todavía hay quien lo niega. No el orden. Se trata de negar a El Juli. ¡Mangas verdes! No descansan quienes lo niegan. Como el toro avisado que se recela. Es el miedo. ¿A qué? Un dato: cuando se pedía para El Juli con fuerza la oreja del cuarto toro de Jandilla, el presidente se puso a hablar por teléfono y a no mirar. Falta de cortesía o de atención. Tres mil y pico personas blandiendo un pañuelo para que un presidente conceda una oreja, justo después de la faena más brillante de la Semana Grande de San Sebastián, y en ese momento se pone el responsable de concederla a hablar por teléfono.
¿Pero cómo puede uno ponerse a hablar por teléfono en un palco presidencial entre la muerte y el arrastre de un toro? Y si todavía se hicieran públicas las conversaciones... Como en 1972 y en el célebre caso del hotel Watergate de Washington, que le costó la cabeza a un presidente de los Estados Unidos. Ha hecho estragos la moda de telefonear desde el palco. O sería una llamada urgente. Cuando colgó el teléfono, el presidente sacó el pañuelo de la oreja con gesto de notoria displicencia. La permanente reticencia que El Juli se encuentra en tantas partes vino a vivir su versión más silvestre en San Sebastián.
Una oreja para El Juli por una faena de calado mayor, muy dificil, y otra oreja, premio idéntico, para, por ejemplo, Eduardo Gallo, que se llevó el lote de la corrida de Jandilla, hizo cuanto pudo con los dos, se atrevió y todo lo demás. Pero valió lo mismo una cosa que otra. Por sonar el teléfono en el momento más inoportuno. O por cogerlo. O por matar donde no se debe. Estocada caída. Pero El Juli estuvo espléndido, que es la cuestión. No sólo fue tirar de una corrida de Jandilla donde pescó los tres toros menos propicios. También tirar de la feria entera hasta el punto de hacer pensar. Pensar, por ejemplo, si no habría sido lo cuerdo anunciarlo más de una tarde. Estuvo sembrado El Juli. La faena al sobrero que mató por delante, primero de corrida, fue una delicia. Al modo antiguo. De ganarle al toro la intención y la cara, de poderle, de rendirlo con muletazos de castigo sin dejarlo pasar, de abrirlo en los medios para batirlo del todo. Preciosa faena que no fue de público. La del cuarto jandilla, andarín, remolón, a media altura, cobardoncente, fue faena con sello y firma de El Juli: temple, listeza, ligazón o hilván y las dos cosas, reuniones a capricho, un gobierno. Una presencia, un poder, personal autoridad, mucha fuerza.
El cuarto jandilla y... ¿aquí quién manda? El Juli. Todo en los medios, como la faena del bruto sobrero primero. Aritmética del torear. Las distancias, los toques, las salidas y sacudidas, la panza de la muleta siempre. Y, encima, un Juli empeñado, rabioso, motivado. Segurísimo. Hay que ser buen torero para lograr que un toro al que se consiente y traga deje de gazapear al cabo de un tiempo. Al toro que hirió a Barrera lo toreó El Juli en otra clave, pero sobre parecidos compases: todo en los medios, ni un trance solo de rayas adentro, limpieza, sueltas de toro cuando a su antojo quiso el torero, burla y juego en los momentos duros. Una maravilla ver torear tan bien. El Juli tuvo, como director de lidia, tarde completa. Antes de acabar, en el sexto toro, que fue extraordinario, se asomó en un quite. Cuatro lances de marca y acierto distintos, pero el último de ellos, una media verónica a pies juntos sensacional, vino a ser casi adrede la firma y la rúbrica de una tarde muy feliz. Para todos feliz.