Crónicas

Crónicas de Julián López

Sensacional El Juli que corta una oreja en Sevilla

Fecha Plaza Cartel Ganadería Resultados
13/04/2005 Sevilla Finito de Córdoba, El Juli, Jesuli de Torrecera Torrealta Silencio y oreja


Galería fotográfica del triunfo de El Juli en Sevilla

Un pinchazo previo le impidió el corte de dos trofeos

Plaza de toros La Maestranza. Feria de Abril. Lleno total. Seis toros de Torrealta, de buen juego los lidiados en tercer, quinto y sexto lugar.

FINITO DE CÓRDOBA (de negro y plata) SILENCIO Y SILENCIO
EL JULI (de grana y oro) SILENCIO Y OREJA
JESULI DE TORRECERA (de nazareno y oro) OVACIÓN EN AMBOS


El Juli hace su mejor faena en Sevilla. Por Zabala de la Serna (ABC)

El Juli tenía la espina de Sevilla clavada muy adentro, lejanos ya los tiempos de ardor juvenil. Pero ayer tocaba, y El Juli en sazón mostró su cara madura y reposada y su cabeza preclara para elaborar a fuego lento su mejor faena en esta tierra. Toro noblote al que había que hacerle las cosas despacio, sin atacar, consintiéndolo a su aire para que se afianzara en su condición. Puso la sal Julián López de querer hacer todo con gusto, siempre con la muleta delante de los ojos, ligado pero sin forzar. Ya llegaría el momento. Un caro muletazo por el pitón izquierdo en el principio prologó dos tandas de derechazos que crecieron hasta romper en una tercera de pleno músculo torero, que se cerró con un cambio de mano por delante interminable. Ahí enganchó la gente, que comulgó hasta los naturales que elevaron la altura de la calidad y exprimieron al torrealta en viajes fecundos con la tela a rastras, rota la cintura. Dueño de la situación y del toro, un circular invertido, hilvanado con otros pases sin solución de continuidad, guiñó el ojo a la galería; el final emanó el afán de Juli por alcanzar la torería en un kikiriquí un poco enganchado y adornos para tocar la fibra sensible de la Maestranza, que se entregó en una nube blanca de pañuelos tras un pinchazo y una estocada muy trasera.


No se le fue viva. Por Álvaro Acevedo (Mundotoro)

A El Juli no se le fue viva la feria. Su redonda faena al quinto de la tarde fue un cúmulo de virtudes, todas las virtudes que posee la actual primera figura del toreo: inteligencia, colocación, temple, ligazón, valor, profundidad e inspiración. Fue una faena para contemplarla con disfrute, tal era la superioridad del hombre sobre las circunstancias. Una faena que, entre los buenos aficionados, provocaba sonrisas de asentimiento. Y es que la gente reconocía en cada muletazo a un auténtico fuera de serie llamado Julián López.

El Juli le hizo todo perfecto a ese toro noble y mansito. Primero lo toreó templado y ligadísimo, sin moverse de medio metro de tierra, con la mano derecha. Después consumó una serie cumbre iniciada con un trincherazo ligado con cinco redondos, sacándose la muleta por detrás en el último para ejecutar un postrero e inmenso natural rematado con largo pase de pecho. Después siguió toreando sin un error, sin un toque a destiempo, sin una pérdida inútil de pasos en tandas que además tuvieron gotas de inspiración en los adornos. Y finalmente, con el toro reconociendo que su misión era seguir el engaño del amo del toreo, Julián cuajó cinco naturales con media muleta por el suelo. Mató Juli a la segunda de estoconazo trasero y saltó de gozo como si le fuera la temporada en esa oreja que iba a cortar con total justicia. Volvimos a sonreír: esa ambición, o se tiene o no se tiene.


El Juli cambia la moneda. Por Juan Posada (La Razón)

El Juli cambió su moneda, que era de bastantes quilates, por otra que se adivina de muchos más. Dejó de banderillear y de hacer quites espectaculares que le llevaron al estrellato en su reciente pubertad y abordó un sentido torero mucho más profundo y, por consiguiente, más difícil. Poco a poco, con las dudas lógicas que acontecen en esta metamorfosis, el madrileño forjó un toreo más ortodoxo y sincero, acorde con sus inquietudes. La faena a su segundo de ayer demostró que está, si no en la nueva plenitud, en el umbral. Muy significativas las improvisaciones artísticas, como los kikiriquí de final de faena, indicadoras de que puede llegar a crear arte, se regusta y autoprovoca los olés, la mejor señal de que se siente. Todo ello se vio con claridad cimentado en un valor sincero, que se basa en su profunda afición.

Con el quinto, mansote pero bueno en la muleta, dio la medida de su incuestionable valía. Se le apreciaron los avances técnicos y estéticos que lleva en fragua este torero desde hace algún tiempo. Con su clásico valor ahormó un quehacer de menos a más pero partiendo desde mucha altura. Los primeros muletazos, el engaño siempre puesto, acoplándose a la velocidad del toro, lo que logró completar en la segunda tanda diestra en muletazos casi en redondo. Perfeccionó más la templanza en la siguiente y, tras cambiar muy bien la muleta por la espalda, gran natural dejándose llevar. Naturales con el engaño planchado y en ese instante vino la inspiración: una trinchera para preparar un redondo y otro por la espalda. Dos naturales, una trincherilla y un kikiriquí, muestra de su nueva inquietud artística. Una labor de torero en sazón en la que se adivina unas virtudes inmediatas que ya se atisbaban. Pinchó y mató de una estocada con entrega.


Feliz faena de El Juli. Por Barquerito (Colpisa)
A ese último toro suyo de Sevilla le cortó una oreja, que se trataba de eso visto el ambiente refractario. Y, además, lo toreó con inteligencia y autoridad. No con el capote, porque se diría que deliberadamente El Juli lo dejó abrirse, salirse suelto, corretear sin meter la cara del todo nunca. Pero sí de muleta en una faena de buena listeza pero también de valor. Listeza para no obligar al toro demasiado. Como si temiera quedarse sin toro antes de tiempo.

Hasta que no ligó un cambio de manos con un natural a pies juntos y casi entre pitones no se arrancó la música. La banda, algo desafinada, eligió una marcha sin compás de pasodoble. Música con trampa. Pero El Juli estaba ya dentro de su propio ritmo. De rayas afuera de principio a fin. A pies juntos, improvisando sobre la marcha, circulares en la suerte natural o cambiados, un hermoso remate con trincheras y ayudados, la igualada con sólo un muletazo. Un cerebro. Un pinchazo precipitado y sin soltar y, casi sobre la marcha, sin un solo pase más, el toro igualado de nuevo y una estocada de gran fe y hasta la mano. La música tuvo al fin la generosidad de callarse. Con la oreja en la mano, El Juli salió libre de un taimado acoso. Nada nuevo.

Foto: Mauricio Berhó

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