Crónicas

Crónicas de Julián López

Gran faena de El Juli sin puerta grande por pinchar

Fecha Plaza Cartel Ganadería Resultados
08/09/2004 Valladolid Ponce, El Juli, Manzanares Victoriano del Río Palmas y gran ovación


VALLADOLID. Miércoles 8 de septiembre de 2004

Plaza de toros de El Paseo de Zorrilla. Lleno de “No hay billetes”. Cinco toros de Victoriano del Río y uno, el primero, de Ángel Sánchez Sánchez.

ENRIQUE PONCE (de corinto y oro) OREJA Y DOS OREJAS
EL JULI (de verde botella y oro) PALMAS Y GRAN OVACIÓN
JOSÉ MARÍA MANZANARES (de tabaco y oro) OVACIÓN Y PALMAS

Por Javier López Herranz (ABC)
El Juli estuvo importante con el quinto, en el que falló a espadas y emborronó un trasteo a más en el que hubo toreo caro. Lo condujo con largura, le bajó la mano poderoso, se lo pasó ceñido y procuró llevárselo a la cadera. Todo por el pitón más potable, el derecho. Dejó una estocada tras cuatro pinchazos que diluyeron lo anterior. Saludó desde el tercio disgustado. Ante el segundo, blando y sosón, estuvo correcto, en una labor que, por las caídas del toro, no caló en los tendidos, que se llenaron. Oyó palmas. Manzanares hijo únicamente pudo dejar detalles de su clase en ambos. Al mortecino tercero lo pasó con voluntad y al último le planteó una faena con altibajos que remató de bajonazo. Saludó en los dos.

Por CRV (mundotoro)
El Juli después una faena de puerta grande, faena de hombre, de torerazo y de mal bicho. A la pegada de Ponce respondió un hombre y un torero muy bueno: El Juli. Como muchas tardes, su faena no partía de cero, sino de más abajo: la bronca por no poner los palos fue estúpidamente insultante. Había dejado crudito al toro en varas y quiso cambiar una lopecina por el tercio de banderillas, pero ni por esas. Así que, cuando cogió la muleta, la gente estaba de uñas. Cite largo, toro que llega sin atemperar, tirando derrotes por el pitón izquierdo y firmeza de planta de un torero que todo lo hizo por abajo: por abajo el cite, por abajo el muletazo, por abajo el remate... muy ligado, muy asentado. Rompió el público, salió de su enfado y llegó hasta la entrega total, como la del toro. Todo lo hizo en un palmo de terreno, apabullando al toro. Pero pinchó tres veces.

Por Barquerito
La espada impide a El Juli cortarle las orejas al único toro problemático de una desigual corrida de Victoriano del Río. Ponce arriesga con el toro de su triunfo, que se quedó crudo de varas.
Valladolid, 8 sep. (COLPISA, Barquerito)
Cinco toros de Victoriano del Río, de desiguales pero aceptables hechuras, y uno -1º- de Ángel Sánchez, que completó corrida, bonito, flojo y bueno. El cuarto de Victoriano tuvo ritmo y son. El quinto, un punto de violencia. Se vinieron abajo los otros tres.
Enrique Ponce, oreja y dos orejas. Salió a hombros. El Juli, silencio y saludos. Manzanares hijo, saludos en los dos.
Valladolid. 5ª de feria. Caluroso. Lleno.
De la corrida de Victoriano del Río contaron de verdad dos toros. El cuarto y el quinto. Fueron bastante distintos. Los separaban, entre otras cosas, sesenta kilos. Terciado, bajo de agujas, corto, engatillado, zancudo y fino el cuarto, que sacó la buena línea de Jandilla tan habitual en la ganadería. Amazacotado, anchote, abierto de cuna, basto de manos y de gordo cuello amplio el quinto. Se arrastró sin las orejas el cuarto. Si a El Juli no se le atasca la espada, se hubiera arrastrado sin ellas el quinto también.
El cuarto hizo en varas original pelea. Con la complicidad de dos caballos que se rindieron, se cayeron sin haber sido derribados y se hicieron el muerto. Primero, el que montaba Antonio Saavedra, que estaba en turno y repitió, en el segundo puyazo, una suerte en la que se ha convertido en redomado maestro: la de picar a cuerpo gentil de pie. Entre el toro y Saavedra, por debajo de la vara que los mantuvo en contacto, el cuerpo tendido de la caballería con sus arneses. Saavedra se encaramó ligeramente sobre el peto. El toro se asustó y se huyó antes de que nadie pudiera ni meter un capote por medio. No había sitio. Luego, el toro, que había tomado por delante un picotazo corrido con escupida, se fue contra el caballo de Manolo Quinta, lo sorprendió por la grupa y lo hizo caer. No había manera de levantar ni a un caballo ni a otro.
Mal que bien, no demasiado bien, sujetaron en otra punta de la plaza al toro, que estuvo a punto de volver al lugar de los hechos. Faltó el canto de un duro. Evitó la escabechina un gentil capote anónimo. Algo loco, pero muy vivo, porque estaba después de todo sin picar, el toro arreó en banderillas cuando se vio con espacio pero tomó la muleta con una codicia que iba a durar casi hasta el final. El quinto, sujetado de capa por El Juli desde el primer lance, fue en varas mucho más tranquilo, pero cobró dos puyazos, algo traseros los dos y vino a ser en la muleta bastante más problemático. Tuvo una punta de violencia que precisó de doma y castigo. Los del cuarto fueron largos viajes a velocidad imponente. La muleta de Ponce, un látigo que a veces parecía hasta arrear al toro. Las embestidas del quinto resultaron muy desiguales, protestonas a veces; los remates a cabezazos fueron norma hasta que El Juli pudo someter en un derroche ese estilo.
De manera que con toros del mismo hierro pero de bien diferentes reatas se vivieron dos faenas también muy distintas. La de Ponce, con apertura soberbia de toreo cambiado por las dos manos, fue de mucho ritmo con la zurda, de tandas más enhebradas que propiamente ligados, de golpes muy largos, de cierta velocidad también. La de El Juli, planteada sin previas pruebas en los medios con la mano izquierda a puro pelo en un atrevimiento mayor, fue, naturalmente, más laboriosa. Mucho más difícil. De más riesgo. Sorda la apuesta al principio: los cabezazos del toro se recibieron con rumor de desencanto. Hasta que se vio a El Juli someter. Aguantar además de someter. Tragar en terreno del toro, sacarle los brazos, obligarlo.
La faena de Ponce tuvo sus concesiones: circulares en tres tiempos empalmados con el de pecho. También, la armonía natural de Ponce, más pendiente del toro de lo que es normal en él. La faena de El Juli, que no fue para la galería ni dejó tampoco de serlo, tuvo por dentro otra música. Muy serio asunto. Ambición, desgarro, fuerza, poder mental. O sea, la batería de El Juli. La cosa tuvo por compañía sonora ese pasodoble revientafaenas que se llama Nerva y que a la mayoría le gusta tanto. Ponce mató por arriba y bien cuando el toro se había rajado de repente. A El Juli, oh, sorpresa, le costó pasar. Sólo tras tres pinchazos arriba, enterró una estocada perpendicular. Dos orejas para Ponce. Ovación de gala para Julián. Relevante duelo.
Fue también relevante ver a Manzanares torear con reposo, relajo, paciencia, firmeza, seguridad y convicción. Se le fueron abajo los dos toros de lote. Pero con los dos dio la talla. Confirmación de la noticia: el torero que salió de Bilbao pisando fuerte sigue igual de fuerte tres semanas después. Ponce se entretuvo en sostener a un primer toro de Ángel Sánchez muy flojito pero muy noble y dócil. Y El Juli no pensó ni en aburrirse con un primero de lote sin fuerza, gazapón, escarbador y sin ganas de pelea. La parte grande de la corrida fue la segunda, naturalmente.

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