Fecha | Plaza | Cartel | Ganadería | Resultados |
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15/03/2002 | Valencia | Ponce, El Juli, Antón Cortés | Capea | Oreja y oreja con petición de la segunda |
VALENCIA. Viernes 15 de marzo de 2002
El Juli, toreo de cadencia, arte y valor.
Plaza de toros de Valencia. Séptima del ciclo de fallas. NO HAY BILLETES. Tarde agradable con ráfagas de viento. Toros de CARMEN LORENZO (Pedro G. Moya “El Capea”). Bien presentados y con el denominador común de la escasez de fuerzas. El primero fue devuelto por otro astado del mismo hierro.
ENRIQUE PONCE (de turquesa y oro) PALMAS Y OREJA
EL JULI (de celeste y oro) OREJA Y OREJA CON FUERTE PETICIÓN DE LA SEGUNDA
ANTÓN CORTÉS (de blanco y oro) –que tomaba la alternativa- OVACIÓN Y PALMAS
Tras su maravillosa faena a Puñalero de Daniel Ruiz en la feria de Julio, volvía El Juli a la capital valenciana. La expectación, lógica, por las nubes. Y Valencia siguió vibrando con las cualidades y calidades desbordantes de la primera figura del toreo. El Juli lo bordó ante el quinto, desparramando arte y cadencia por los cuatro costados.
Pero media hora antes se las vio con su primero. Un toro que saltó dos veces al callejón y aunque muchas veces esto no es sinónimo de mansedumbre, en ésta ocasión se reflejó por completo. Sin maldad, más bien con nobleza, pero nunca humillando, el cuatreño aguantó la primera tanda pero enseguida buscó desesperadamente la huída a tablas.
El torero de Madrid se plantó firme en los medios. Y con una inteligencia extrema no dejó de taparle la cara con el engaño. Por ello logró convertir algunos derechazos en circulares y aprovechó las embestidas por los adentros para dibujar dos muletazos por bajo y un desdén mirando a la grada. Faena de torero curtido, en una palabra, de maestro. Dejó una estocada tremenda en todo lo alto aunque ello sorprendentemente no aceleró la muerte de su antagonista. Si no esperan a que lleguen las mulillas hasta el toro le hubieran pedido con fuerza las dos orejas.
El clamor desbordantemente torero llegó en su segundo. Un armónico astado pero, como sus hermanos, dejó entrever pronto su debilidad. Pero he aquí el secreto del triunfo; Julián, en vez de buscar el lucimiento de primeras, se dedicó a moldear y a enseñar como debía seguir sus engaños. No hubo quite, pero sí un tercio de banderillas cumbre, apasionante. Con una impresionante complicidad jugó El Juli con él, recortándole, incluso animándole a venirse arriba. Clavó tres soberbios pares, y a la salida de éste último posó su mano en la testuz del toro y en una carrera clamorosa logró detenerlo. La plaza boca abajo.
Brindó la faena a Curro Romero, brindis premonitorio de la faena que íbamos a ver. Derechazos de una placentera lentitud, calculando milimétricamente las alturas y las distancias que su antagonista necesitaba. Y la chispa de un farol a pies juntos lento como para leerse un libro. Y los naturales, casi de uno a uno, pero desgarrados, con una cadencia suprema. Y esos pellizcos de arte puro, como un trincherazo monumental, (más en aire de Paula que de Curro, ya que estamos). Y para cerrar faena el valor, ese valor que sirve para aguantar los parones sin derramar una gota de sudor, como cuando se dejaba rozar los pitones en la taleguilla. Y el broche en esos pases por bajo, recreándose hasta el fondo. No parecía que el buen toro de Carmen Lorenzo le fuese a ayudar en la estocada, de hecho no lo hizo, pero ahí estaba El Juli para volcarse encima de él. Al igual que en su primero, la formidable estocada en la yema no fue fulminante por lo que tuvo que coger el descabello. Un fallo con esta suerte no fue motivo para que el presidente le negara ese segundo trofeo pedido abrumadoramente por el público. No importaba mucho, la verdad, hecha la obra nos quedábamos con ese sabor; El Juli abría su primera puerta grande de primera en la temporada.
Ponce poquito, salvo intentarlo, pudo hacer con su flojo primero. Ante el cuarto, un toro fino de cabos y de larga y honda embestida, pudo dibujar derechazos de su estilo, logrando saldar su tarde con el trofeo finalmente paseado.
Tomaba la alternativa Antón Cortés, torero de buen corte y de positiva animosidad. Con una larga cambiada recibió al astifino sexto, pero la corta embestida de éste le imposibilitó expresar el toreo que lleva dentro.
Foto: M. Berhó