Crónicas

Crónicas de Julián López

El Juli a hombros en Pamplona

Fecha Plaza Cartel Ganadería Resultados
10/07/2014 Pamplona Finito de Córdoba, El Juli, Talavante Garcigrande Oreja y oreja

Monumental de Pamplona. Jueves, 10 de julio de 2014. Sexta de feria. Lleno. Toros de Domingo Hernández y Garcigrande, (2º y 3º), cinco cinqueños, tremendamente serios y armados; alto de cruz y muy montado un 2º paradote que nunca descolgó; cargadísimo del tren delantero el astracanado, anclado y muy castigado 1º; bizco, humillador y arreando por derecho, más bravucón que bravo, el también muy sangrado 4º; noble y de menos a más el descolgado y simplón 5º; de venirse y nunca terminar de irse un bajo 3º; muy noble el 6º a falta de un tranco. Finito de Córdoba, de sangre de toro y plata. Pinchazo, media estocada y dos descabellos (silencio). En el cuarto, pinchazo, estocada corta defectuosa y múltiples descabellos. Dos avisos (silencio). El Juli, de gris plomo y oro. Estocada corta y trasera (oreja). En el quinto, pinchazo y estocada trasera. Aviso (oreja). Salió a hombros. Alejandro Talavante, de azul pavo y oro. Estocada (oreja). En el sexto, cuatro pinchazos y estocada caída (silencio).

El Mundo. Por Vicente Zabala de la Serna

De la inteligencia de El Juli se sabe desde que no levantaba un palmo del suelo. Y ayer se volvió a demostrar su capacidad para hacerse con Pamplona, envolverla en papel celofán y embolsársela en el esportón.Y con un par de toros que precisamente requirieron de cabeza y redaños, o viceversa. Tal vez peores que otros dentro de la noble, cinqueña y muy seria corrida de Domingo Hernández y Garcigrande que come en su mano. Y ahí es donde una figura del toreo marca la diferencia, para salir en volandas donde los demás se van andando. Chapó. Con un soberbio arrimón se arrancó con un montado toro, tocado arriba de pitones, que no se arrancaba en sus medios viajes altivos. Un invento de Julián la faena, con los cuernos de la luna lamiendo sus hombreras. O apuntando a ellas. Ahí rindió Juli a la plaza. La obediencia del garcigrande en sus medios viajes no halló temblor en su vestido de plomo. Desde el quite por chicuelinas no hubo resquicio a la duda. La estocada con el sello pasado de la casa le entregó la primera llave de la salida a hombros. La otra vuelta de tuerca la conquistó con el sentido de las distancias hiperdesarrollado tal y como necesita un quinto, voluminoso y más simplón quinto de generoso cuello. El Juli le concedió el sitio, los metros y espacios para hacerlo romper, calentarlo y moldearlo hacia adelante. El cinqueño se calentó, a más la llama, a más el pulso por la la izquierda. Y el tiempo entre series para vender y meter a los tendidos en faena. Como al toro. Muerto en pie con la estocada, El Juli se desplantó rodilla en tierra. La puerta grande se entregaba.

Mundotoro

Sumó El Juli su décima Puerta Grande en Pamplona. Diez salidas en hombros en sus quince años de matador. Y así, de diez, estuvo el torero madrileño con su lote, dos toros de estrechas opciones del amplio y generoso conjunto ganadero con el que Garcigrande se presentó en Pamplona. A los dos les buscó las vueltas el de Velilla, y a los dos les impuso su autoridad y su tauromaquia. Y si sólo sumó dos trofeos fue porque la espada se resistió en el quinto. […] Cuesta arriba pero con cuello, se movió el segundo en el capote de El Juli, pero, poco picado, no descolgó nada en los primeros tercios y legó arrogante y montado a la muleta. El Juli trató primero de darle celo y sobre todo prologarle el viaje. Estiró su embestida en cada pase de tal modo que el tercer y el cuarto muletazo de cada serie era más largo (y mejor) que el primero. Y así, con una amplia gama de recursos dio consistencia a una faena que el toro no tenía, y cuando estuvo metido en el canasto enseñó su autoridad entre los pitones. Luego de una estocada trasera y tendida el toro estuvo a punto de hacer mucho daño a Fernando Pérez cuando trataba de apuntillarlo pero el susto sólo fue el preludio del primer trofeo de la función. Las dos hubiera cortado del quinto si no lo pincha, pero un pinchazo, una estocada trasera y la lenta agonía del animal enfriaron una faena grande, tanto como el cinqueño, largo, grande, voluminoso que pasaportó. Humilló y colocó la cara en el capote, pero El Juli no lo rompió y volvió a ordenar mínimo castigo en el peto, quizá consciente de su duración. Porque el toro tuvo más depósito de nobleza que de raza, y El Juli hubo de afanarse en que siguiera las telas primero, perdiendo pasos y dejándose llegar al animal, para mediado el trasteo romperse con él y empujarlo para delante en una faena maciza y compacta, que puso de acuerdo al sol y a la sombra. Lástima de broche. ——

ABC

SAN FERMÍN BENDICE A EL JULI EN SU DÉCIMA PUERTA GRANDE. ABC Una marea humana blanca y roja se precipitaba hasta la plaza. Una tarde más, lleno a reventar en este milagro que es la Feria del Toro. En ella debutaba la divisa salmantina de Domingo Hernández, que lidió ejemplares de imponente velamen y noble nota. En el cartel no podía faltar El Juli con una de sus ganaderías predilectas. Y no falló: conquistó su décima puerta grande pamplonica con dos labores distintas a toros de diferente condición. Tres lustros de alternativa después, Julián López volvió a demostrar su raza de figura. Imposible hacer más con un toro que prometió más en la salida que lo que luego fue en la muleta: nada. De embestida casi muda, no tenía ni un cuarto de viaje. Lo poco que escondía se quedó en los quites: por chicuelinas Juli y réplica de Talavante por el mismo palo. ¿Dónde quedó la originalidad? Decíamos que este «Amarrado» se afianzó al piso y le costaba un mundo pasar. A quien no le costó nada cruzar la línea fue al madrileño, valiente desde un buen principio con dobladas, que incluyó un ovacionado muletazo rodilla en tierra, hasta el soberano arrimón final. Literalmente, acarició los astifinos pitones del descastado rival. Antes del desafío que puso los tendidos en ebullición, trató de sacar tandas por ambos lados, siempre firme. Todo en las distancias cortas, muy por encima del garcigrande. Ya con la muerte encima, pegó un arreón al puntillero Fernando Pérez. La pañolada dio paso a la oreja. Otra más logró del quinto, al que picó para un análisis. Humillaba con nobleza, pese a faltarle algo de sal, y brindó al graderío. Obra inteligente e in crescendo, en la que fue sobándolo y cuidando distancias hasta hacerse el dueño. Con menos estrecheces en los comienzos para no atosigar al animal y apretando según avanzaba, con muletazos más reunidos y otros más sanfermineros. Todo con cabeza y listeza. Un pinchazo le privó del doble trofeo.

LA RAZON. Patricia Navarro

EL JULI, CEREBRO DE TRIUNFADOR. Por Patricia Navarro A hombros se fue El Juli. Y se lo mereció. Dos trofeos sumó, que nada tenían que ver uno con otro e incluso descabalaban las cuentas. Si la faena del primero fue resuelta a un toro justo de poder y noble; la del quinto tuvo mucho de capacidad técnica para meter a ese medio toro, que iba por allí con nobleza (por el derecho) pero sin demasiada entrega, con escaso poder, y montarle de pronto faena y poner a Pamplona de acuerdo. Y de verdad. La faena tuvo mérito. Sumó en la técnica y le valió para convencer al de Domingo Hernández y a los pamploneses. Se valoraron igual las dos faenas. Opuestas en el fondo, la forma y la intensidad con la que se vivieron en la plaza. Visto y no visto fue el trasteo de Finito al primero, que en realidad no sé cómo fue. Sí el cuarto, que a pesar del duro castigo de varas, se empleó en el engaño por abajo, con nobleza, poder y entrega. Fino dejó detalles, destellos brillantes, algunos muletazos de cartel y un descabello sin tino que hizo padecer. El debut de Garcigrande se quedó chico, pero a El Juli le valió parar irse a hombros entre la marea blanca sanferminera. Una lectura de fondo, ya se sabe que El Juli tiene cerebro de triunfador y ambición para un escalafón entero, por eso se mantiene ahí, pero más allá de lo que ocurriera ayer, a Talavante se le quiere ver. Entresijos e intereses aparte.

EL VALOR Y LA ARMONÍA. MArco A. Hierro Cultoro.com

EL VALOR Y LA ARMONÍA. MArco A. Hierro Cultoro.com Cuando se acabó la sexta de San Fermín, a eso de las ocho y media de la tarde, El Juli paseaba en volandas camino de la furgoneta, por décima vez en Pamplona, el valor y la armonía habían conjugado su fuerza para convertir la corrida en un espectáculo variado e interesante hasta para las ruidosas charangas de los tendidos de sol. Que un encierro con esas caras, esos excesos y ese volumen propicie una tarde así, con cuatro toros embistiendo de los seis que comparecieron, puede tildarse de milagro. Y ese lleva la firma de Justo Hernández. Los otros, que hasta tres autores tuvieron en la tarde de Pamplona, resumen sus matices en valor y en armonía, que se combinaron en distinta cantidad, en distintas dosis, para que en las tres telas quedasen obras de interés. El valor llevó el nombre de Julián López, Juli por remoquete y la planta asentada y firme de un torero que sabe tragar para lograr una meta. Es lo que le convierte en figura del toreo. Porque no consiste el triunfo en pegarle pases al toro de baba, sino en rascar fondos, tragar pasadas, consentir defectos y corregirlos exponiendo las carnes con un trapo volandero y la ambición de querer ser el mejor. No es Julián el torero que mejor traza, ni el más guapo, ni el más empacado, ni siquiera el más puro en el concepto clásico del arte de torear. Pero sí es el que mejor combina todas esas virtudes para administrarlas con la máxima capacidad para exprimir a un toro. Uno como el quinto, de buen fondo entre las embestidas rectas con que llegó a la muleta, de acusada humillación en los embroques que mantenía larga en su llegada sucia que convirtió Julián en franca embestida. Tres series necesitó el madrileño para empujar con fe al toraco y a la cuarta ya era suyo. Y si a servidor lo miran como miraba Juli a ese bicho, también firma el armisticio. El largo vuelo del natural templado y macizo ya era todo armonía, pero necesitó del valor de Juli para construir el trasteo, para dejarle en el morro el trapo, para empujar con sapiencia lo que no empujó el toro, para enterrarse en la arena con el conocimiento desmedido que da conocer el hierro y saberse dueño del futuro inmediato. Un pinchazo inesperado le birló la segunda oreja, pero ya se había inventado una en el segundo acto. Construida, trabajada, modelada con paciencia y con valor para crear la armonía con un animal sin fondo ni gracia, destinado a regalar un silencio.

DIARIO DE NAVARRA

DIARIO DE NAVARRA Así que a los toreros les tocó poner mucho de su parte para compensar esa falta de emoción y crear faenas con suficiente atractivo para unos tendidos pamploneses, y especialmente los de sol, que tienden siempre a montarse la fiesta por su cuenta. Quien lo logró con mejores resultados numéricos fue El Juli, un viejo ídolo de esta plaza que conoce perfectamente sus resortes. Y lo consiguió a base de paciencia y de temple para meter en la muleta a un primer toro alto de agujas y de escaso recorrido. La faena, más técnica que apasionada, no tuvo gran brillantez hasta que el madrileño consiguió meterse en la corta distancia, muy cerca de los pitones para darse un consciente arrimón que llamó la atención del tendido y le valió ya la primera oreja. La segunda la obtuvo de un quinto toro más vareado que el resto y que amagó con irse "rajado" a tablas al inicio del trasteo. Pero Juli, a base de dejarle la muleta en el hocico, fue "sobándole" pase a pase hasta lograr desengañarle y ligarle así varias series de muletazos más intensas. Fue una faena larga, sin concesiones ni guiños populistas pero que, por la mera actitud y convicción del matador, consiguió también tener centrada la mirada de las peñas, que, excepcionalmente, ni cantaron ni bailaron durante todo su desarrollo.

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