Fecha | Plaza | Cartel | Ganadería | Resultados |
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03/08/2014 | Pontevedra | El Juli, Miguel Ángel Perera, Iván Fandiño | Victoriano del Río | Oreja con petición y ovación |
En los años iniciáticos de Julián, mi inolvidado Juanito Bienvenida siempre nos subrayaba el orden que había en la plaza durante los toros del chaval. Ya ha llovido y aquella virtud de El Juli nunca ha desaparecido ni en ruedos menores donde la lidia se hace más loca. No deja intervenir ni cruzarse a nadie, y así fluyen las cosas a favor del toro, que salió como un apretado obús en bravo. Las verónicas de mando y sitio combinado lo despidieron en la misma boca de riego. La única inexactitud del torero fue el trallazo de una chicuelina violenta que tumbó toda la osamenta del animal en costalazo. De ahí en adelante, El Juli construyó una faena cuasi perfecta. Desde las dobladas sin meterse demasiado y en ayuda final, en esa ventana abierta que oxigenaba más por falta de fondo físico que por depósito. Templada y dueña la derecha de la situación, sería la izquierda la base y la horma con el pulso sobre el eje de la ligazón. Tiempo y molinetes de aire para prolongar la vida y la medida exacta. Un cambio de mano por la espalda, un volapié con el sello trasero de la casa y una oreja que, por petición y justicia, debió sumar otra. Para bruto el cuarto. Bruto, feo y malo. De guasa descarada. Un cabrón con pintas con el que El Juli le salvó el culo al ganadero. Se revolvía como un gato, rebañaba como una cosechadora, gazapeaba cual zorro en caza. Juli se peleó incluso hasta hacerlo parecer lo que no era. La cosa andarina no se le quitó ni en la hora de la verdad. La media estocada contraria necesitó del verduguillo, que justificó por qué en su día se le puso la cruceta al estoque cuando salió despedido en ballesta contra la barrera. Se tapaba la muerte el bicho, y fastidió una puerta grande que se quedó en el umbral.