Fecha | Plaza | Cartel | Ganadería | Resultados |
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19/03/2015 | Valencia | Finito de Córdoba, El Juli, Miguel Ángel Perera | Garcigrande | dos orejas y dos orejas |
Plaza de toros de Valencia. Octava de la Feria de Fallas. Corrida de toros. Tres cuartos de entrada. Dos toros de Garcigrande (segundo y sexto) y cuatro de Domingo Hernández, muy flojos de presencia, pero embestidores en general. De gran clase y entrega el primero, flojo de fuelle; bravo y repetidor de cara suelta el segundo; deslucido y sin entrega el tercero; de encendida arrancada y viaje largo el emotivo burraco cuarto; con transmisión y movilidad el buen quinto; con calidad y obediencia el rajado sexto. Juan Serrano "Finito de Córdoba (marino y oro): ovación y silencio. Julián López "El Juli" (marino y oro): dos orejas y dos orejas tras aviso. Miguel Ángel Perera (verde hoja y oro): oreja tras dos avisos en ambos.
Un extraterrestre en Valencia Cuando uno en cualquier profesión lleva unos años en la cumbre de su desarrollo profesional y tiene la suerte de tener su futuro asegurado, inconscientemente se "acomoda", no tiene la ambición de cuando uno empieza, y si encima añadimos que por suerte has conseguido todo eso bastante joven, pues como que se deja llevar por la vida y sus circunstancias. Eso sería lo lógico para cualquier ser humano normal, si me permiten la expresión, pero hay algunos "extraterrestres", que aún teniendo todo eso, unas pocas tardes al año ponen su vida en juego por la satisfacción de lograr aquello que pocos puede hacer, emocionar a los terrestres expresando sus sentimientos toreando, creando belleza con un toro como colaborador. Pues hoy en Valencia ha habido uno de esos "extraterrestre" llamado Julián y apodado "El Juli", que ha dado una lección de ambición, poder, saber y mando, con un vendaval en la plaza, casi huracán por momentos. No le importó el temporal y en sus dos toros se fue a los medios. Los trastos con ese aire tan violento eran casi imposibles de dominar, pero Julián obró el milagro y el milagro fue arrastrar la muleta casi hasta dar con los nudillos en la arena. Muletazos ponderosos, mandones, largos ante un buen toro de Garcigrande, toreo del bueno. Si importante fue lo realizado con su primero mucho más importante fue lo realizado al quinto de la tarde, el más serio del encierro. El vendaval seguía presente en la plaza y el de Velilla de San Antonio a lo suyo, torear y de que manera. Este quinto embestía rebrincado, pero esa dificultad tampoco importó a Julián. Mitad de la muleta en la arena y tirando del toro, llevándolo atrás, rematando el muletazo en el cadera, quedándose colocado para ligar el siguiente sin enmendarse. Por el izquierdo,naturales ayudados muy profundos, de largo trazo ... para entonces la plaza era un manicomio y la traca final llegó tras el contunde espadazo, que hizo rodar al animal sin puntilla. Cuatro orejas al esportón y como diría la canción "Sigue siendo el rey"
Para el día grande de San José nos vino el día chico. Viento desde primera hora de la mañana y con más duración que las pilas Duracell. Incesante, amenazante, muy desagradable para andar por la calle, acojonante para echar por delante una tarde de toros. Finito derrumbó el mito nada más salir el primero. Y lo hizo a golpe de verónicas de ensueño y metido ya de lleno en esa locura, una bocanada de torería nos acabó de embelesar en la media. Ahí lo había dejado. Perdón, ahí lo estaba dejando. Un quite por chicuelinas personalísimo vino después. Cuando tomó la muleta teníamos la sensación de que aquello ya había tenido sentido. El toreo natural, hondo y de verdad a veces se convierte en algo tan extraordinario que cuando llega uno se llena por si regresan las vacas flacas. De normal, a la vuelta de la esquina. Y en cambio ayer, a la vuelta de esa esquina nos esperó una faena de Fino en la búsqueda constante ante un toro de nobleza infinita, calidad y las fuerzas justas. Y cuando se encontró, cuando hubo esa unión que convierte en química, regaló pasajes de apabullante calidad. Naturales gloriosos y enjundia también por la derecha. Pero más allá de los detalles, del toreo con una mano o con otra, destacó esa manera de estar que es para deleitarse. Al toro siguiente, sin tregua de por medio, El Juli hizo su revolución y antes de que nos diéramos cuenta se había asegurado la puerta grande. El mérito innegable fue defender la faena con un viento que, si aplicáramos la lógica, haría salir corriendo a cualquiera. El Garcigrande fue buen compañero de viaje y combinó perfecto la movilidad, con la codicia y la transmisión. Pero encontró una faena más eficaz en el territorio del triunfo que en esos matices en los que vive y muere el toreo. Lo del quinto fue otro cantar. Parecía que se habían alienado los astros para que el viento fuera huracanado cuando salió a torear de capote. Era imposible. Pero El Juli estuvo atroz, innegable lección de amor propio y descarnado ante los desafíos. El toro tuvo mucha movilidad, muy enrazado y con matices que hubieran sido más visibles sin el viento. Juli echó un manto por encima y estuvo firme ante lo imposible. Muy compacto con la zurda, tesonero y afrontando trances de difícil resolución. El aviso le vino toreando, más estético en los remates que en el toro anterior, y la estocada fulminante cerró el círculo.
El Juli, capitán general del toreo Y esta tarde en Valencia le ha estallado la tempestad que lleva dentro y ha roto todos los muros de contención que le impedían hacerse dueño y señor del cetro del toreo. Cuatro orejas plebiscitarias paseó por el ruedo el torero madrileño, en olor de multitudes. El Juli se ha proclamado esta tarde en Valencia mandamás indiscutible del toreo. Con el viento en contra, con una climatología que ponía freno al entusiasmo de los espectadores y en ese gélido microclima que es la plaza de Monleón, el tsunami de Velilla de San Antonio puso los tendidos al rojo vivo e hizo saltar por los aires los mecanismos de contención de un público aterido, que lo aclamó de manera constante durante el desarrollo de sus faenas desde el primer capotazo hasta los dos estoconazos finales. Cuatro orejas plebiscitarias paseó por el ruedo el torero madrileño, en olor de multitudes. Valencia era una fiesta, y no solo por las Fallas. Hace meses que vengo diciendo que este sería el año de El Juli. En realidad desde que en la agosteña feria de Cuenca explotó con un buen toro de Daniel Ruiz, pleno de disposición y buscando una mayor perfección en su toreo, desterrando viejos vicios en busca de la verticalidad, el dominio de todos los terrenos y el retorno al parar, templar, mandar y ligar. Y como en la puerta de su casa puede poner un letrero que diga "Se vende valor", ahí están los resultados. También en el festival de Albacete vi a ese Juli, ya muy metido en el camino claro de una manera de hacer que lo podía convertir en un adversario intratable. Y esta tarde en Valencia le ha estallado la tempestad que lleva dentro y ha roto todos los muros de contención que le impedían hacerse dueño y señor del cetro del toreo. Perera se impuso en tarde tan poco proclive, luchó contra los elementos y también salió triunfador. A Finito de Córdoba sólo le fue posible dejar unos destellos de su toreo artístico y de buna técnica. Un ramillete de verónicas y una media de lujo en su primero hicieron presagiar la gran faena. Pero el hombre propone, el viento dispone y llega el toro y todo lo descompone. En fin, el toreo tiene Papa (para mí es Ponce), magníficos cardenales (Morante, Manzanares, Perera, Talavante y el Fino en sus días buenos), pero le faltaba un capitán general con mando en plaza y hoy El Juli ha demostrado definitivamente su capacidad para llevar las cuatro estrellas en la bocamanga. En el ruedo me refiero, claro...
Grandes El Juli y Perera, dos huracanes en Valencia Gran tarde de toros la vivida el día de San José en Valencia, en la que un rotundo y contundente Juli, que cortó cuatro orejas, y un pletórico Perera, que paseó dos, abrieron la puerta grande en una tarde en la que molestó el huracanado viento. Hasta Finito de Córdoba se inspiró en el toro que abrió plaza, donde dejó momentos de una gran categoría. Dos orejas cortó El Juli del segundo toro de la tarde, un astado protestado de salida por su pobre presentación, y que sin embargo fue ovacionado en el arrastre tras su juego encastado. Importante El Juli con el toro y decisiva su autoridad para imponerse a un astado que embestía al principio con la cara suelta; le lanzó un derrote traicionero que a punto estuvo de hacer presa. Toreó siempre por abajo, llevando la embestida hasta el final con profundidad y ligando con un toro que repetía con celo. Los circulares finales acabaron de calentar al público, que tras una gran estocada, le pidió con fuerza las dos orejas, que otorgó el palco sin dudar. El Juli ofreció una gran dimensión frente al quinto en una faena de enorme entrega y raza, en la que dejó clara su condición de figura. De nuevo se impuso al huracanado viento, que sopló con fuerza, aunque sin importarle al torero, que se mostró muy seguro en todo momento, sabiendo esperar la embestida con firmeza incluso cuando el toro no iba embebido en los vuelos flameados por el aire. Larga la faena en la que al final, cuando sopló menos el viento, surgieron muletazos de una gran profundidad. Tumbó al toro de una gran estocada y de nuevo fue premiado con otras dos orejas.
[...] El Juli le echó raza y un par para plantear la pelea en los medios. Había brindado al público antes de prologar la faena rodilla en tierra, a dos manos, con su aquél. El toro se abría más al natural, dibujando una curvatura que por la diestra se hacía línea recta por dentro. Ayudado por el estoque simulado, Juli bajó mucho la mano, para someter la embestida y al viento rebelde y perturbador. Asentado el torero pese a todo, no renunció a la derecha que finalmente adquirió peso tan arrastrada y empapada de ruedo. Pero por la izquierda, sin embargo, la faena cobró su mayor altura, incluso en un cambio de mano que se repitió con trazos de pase del desprecio mirando al tendido. La obra pedía su fin, lo que hubiese evitado un desarme final que no se interpuso entre el espadazo y las orejas, que ya sumaban cuatro. [...]
VIENTOS DE GUERRA - Crónica - Mundotoro.com La leyenda del 'amiguismo' entre los de arriba se la llevó hoy un huracán de viento de guerra. La exhibición de infinita ambición de El Juli más poderoso. Qué arriba del cielo está el límite de este torero. El toreo tremendo y profundo de Miguel Ángel Perera. No hubo cuartel. Los dos en pie de guerra, trabados en una batalla íntima y colosal, demolieron la leyenda del adocenamiento y esculpieron a ritmo de pura metralla la de la competencia entre los grandes. El vendaval anti-toreo que sacudía la plaza se lo comió El Juli en el centro del ruedo, delante de un buen toro bravo y de otro de temperamento agresivo. Expuestos los muslos siempre a la intemperie de la cornada y expuestos también, por eso, a la grandeza. Dos golpes de autoridad a los que respondió Perera con toreo, maneras y actitud de torero macho, recio para perseguir la gloria. Enfrente una gran corrida de Domingo Hernández-Garcigrande, que El Juli y Perera lucieron a pesar del huracán. A pesar del huracán, también, dejó Finito de Córdoba algunos detalles. La palabra 'arrimones' no le llega a la suela del zapato a lo que fue la tarde: una lección de poder, de exposición y de ambición. Cómo vio El Juli la bravura del segundo, con tantas virtudes como escasa estampa, y cómo ordenó al picador que midiese y a los banderilleros que ligeros. La ambición es estar pendiente del más mínimo detalle y también negarse a que un imponderable maltrate la posible gloria. Por eso se fue El Juli a los medios cuando el viento se racheaba con la fuerza suficiente para mover no sólo las telas, sino los cuerpos. Quieto ahí, el torero madrileño demostró empíricamente que al toreo hondo no lo puede ni el viento: todo lo que hay bajar la mano para enganchar por abajo es espacio que se le quita al viento para que haga de las suyas. Por eso, tela y palillo de abajo a abajo en muletazos que hacían surcos en la arena, de templados y profundos. ¿Cuántos fueron? Al menos veinte en cuatro tandas esplendorosas, con el toro fijo, codicioso, empujando. Faenón sin reproche posible y dos orejas después de una estocada volcándose. El viento no se había echado cuando salió el quinto, pero tampoco descansa el hambre de El Juli. Estrecho de sienes, bien construido, abrochando las puntas, el toro, poco picado, se había movido con alegría en banderillas. El de Velilla le dijo hola con un inicio de faena para enmarcar, la rodilla flexionada, reuniendo poder, vibración y emoción en cada muletazo. Era necesario ese comienzo para ir ahormando a un toro que tuvo sus destellos de genio, que se agarró y enseñó temperamento brusco. El Juli no se desanimó allí donde las asperezas del toro y la ventolera habrían desalentado a cualquiera. Todo lo contrario: citó de nuevo abajo, trazó hondo y acabó cada muletazo con el comienzo de otro muletazo. Fueron monumentales dos series sobre la mano izquierda, pletóricas de poder, pero todo lo que hizo lo hizo con profundidad y despacio. Cada muletazo, además, era una ruleta rusa para sus muslos. Otro faenón grande y otras dos orejas de clamor. Incontestable.
Plaza de toros de Valencia. Octava de la Feria de Fallas. Corrida de toros. Tres cuartos de entrada. Dos toros de Garcigrande (segundo y sexto) y cuatro de Domingo Hernández, muy flojos de presencia, pero embestidores en general. De gran clase y entrega el primero, flojo de fuelle; bravo y repetidor de cara suelta el segundo; deslucido y sin entrega el tercero; de encendida arrancada y viaje largo el emotivo burraco cuarto; con transmisión y movilidad el buen quinto; con calidad y obediencia el rajado sexto. Juan Serrano "Finito de Córdoba (marino y oro): ovación y silencio. Julián López "El Juli" (marino y oro): dos orejas y dos orejas tras aviso. Miguel Ángel Perera (verde hoja y oro): oreja tras dos avisos en ambos.