Fecha | Plaza | Cartel | Ganadería | Resultados |
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19/07/2015 | Roquetas de Mar | Morante de la Puebla, El Juli, Sebastián Castella | Zalduendo | oreja, oreja |
Plaza de toros de Roquetas de Mar. Última de la Feria de Santa Ana. Lleno. Toros de Zalduendo, pareja de hechuras y de buena condición en líneas generales. Morante de la Puebla (de azul y oro) silencio y dos orejas. El Juli (de verde botella y oro) oreja y oreja con petición de la segunda. Sebastián Castella (de carmín y oro) silencio y dos orejas.
Ciudad marinera, Roquetas empuja con viento favorable a la Fiesta. Lo hace su gente, su afición, para dar un soplo de aire fresco en tiempos de oleaje peligroso. Un público que premia sin complejos, y que también reprueba sin complejos, pero que vive la Fiesta como tal. En el cierre de la Feria de Santa Ana ese público aplaudió con fuerza. Lo hizo en una faena arrebatada y muy torera de Morante, en dos que explican la tauromaquia de El Juli y en otras dos -aunque por el acero sólo una tuviera premio- de Sebastián Castella, aún en busca de su techo. Los tres toreros en hombros, como la feria misma. Todo con una corrida de Zalduendo pareja en sus hechuras y de buena condición. Más montado el segundo, recibió un puyazo fuerte antes de un soberbio quite por chicuelinas de El Juli, de capote muy por abajo y relajando la figura, cosa que ya había hecho en algún lance inicial. Esa elegancia en la figura y el trazo presidió la faena de muleta, especialmente al natural. Juli aprovechó la movilidad inicial y fondo del buen ‘Zalduendo’ dejándoselo llegar en la media distancia. Frenando su inercia le corrió la mano con gusto, llevando al toro un punto más allá de donde él quería. Además, resolvió las tandas con adornos bellos. Mató de estocada trasera a la segunda y paseó una oreja de peso. El quinto se movió rebrincado desde su salida y El Juli apostó por administrarle en castigo en varas. En el último tercio el torero consiguió ahormar el viaje del toro en tandas de sometimiento. Poderoso el madrileño, pero controlando para no quebrantar pronto a su oponente, al que sujetó en toda su faena. Muy entregado él, como antes, pinchó antes de dejar un espadazo. Eso le ocasionó que el Presidente sólo otorgase una oreja de las dos que le solicitaron.