El Juli, puerta grande en Santander

Parece mentira que hayan pasado veinte años de torero y siga con la ilusión y las ganas del crío que sueña alcanzar la gloria. Eso o el sentido inaudito de la responsabilidad. Porque él siente que debe responder con su entrega a un toro que muchos definieron como marrajo a las miles de personas que llenaron el coso de Cuatro Caminos. Y nadie, con las circunstancias delante, podía achacarle nada si abrevia la faena, pero por ahí se entiende la dimensión histórica de esta figura del toreo al inventarse una faena que parecía imposible, poner a media plaza en pie y arrancar la oreja que le daba el salvoconducto de la puerta grande, la novena en esta bella plaza. No lo pasó bien el maestro madrileño con este toro, seguro. Fue un trago estar delante de él soportando tarascadas y gañafones. Fue el contraste del primer toro de la tarde, enclasado por el derecho aunque menos por el izquierdo. Y con este animal sí disfrutó El Juli, tanto que escuchó un aviso del presidente, cosa no habitual en este torero. Julián sintió el toreo de capa, tanto en el recibo como en el quite donde intercaló chicuelinas con cordobinas desmayadas, creación suya de hace cinco o seis años. "Suspiros de España" acompañó el buen hacer del torero en la faena muletera y quizá de no abrir plaza y, sobre todo, de no pinchar en una ocasión, la gente hubiera pedido para él las dos orejas de este buen toro de mal nombre: "Pocapena".

Santander. Jueves 27 de julio de 2017. Feria de Santiago. Lleno total. Toros de Garcigrande, dos con el hierro de Domingo Hernández lidiados en cuarto y sexto lugar.

El Juli (de caldera y oro) oreja y oreja, Miguel Ángel Perera (de azul eléctrico y oro) ovación tras petición y oreja con petición, y Roca Rey (de verde hoja y oro) silencio y silencio.