Ambiente de las grandes tardes del toreo en el regreso de El Juli a la Maestranza tras la histórica tarde del lunes. No hay billetes, expectación por las nubes y el maestro obligado a saludar tras romperse el paseíllo. Un ramillete de verónicas especialmente bellas las ejecutadas por el lado diestro para recibir a su primer toro. El Juli lleva al jandilla al caballo y lo deja en suerte con una media tremenda, interminable, profunda, lenta. Entra en quites Roca Rey y caldea el ambiente con un quite valiente y variado. Y El Juli se hace presente de nuevo. Dos chicuelinas, compás abierto, y un lance, con su sello y nombre (habrá que bautizarlo) de cordobina a pies juntos, dejando caer el capote como un desdén. El olé se oyó en la cada rincón de la ciudad hispalense. Y el remate con una media apasionante, torera en mayúsculas y luego se cambia el capote de mano con reminiscencias gallistas desbordando torería. Qué ovación. Brinda Julián al respetable. Y tras tantear con la diestra firma unos naturales de majestad, verticales a la par que hondos, encajados. Las ovaciones no cesan, incluso en la mitad de una tanda derechista ligadísima, en círculo. El toro anuncia que tiene poco más. Bellísimos ayudados por alto. A la estocada le falta contundencia, pero no debe ser motivo para que el presidente desatienda una unánime petición. Bronca al palco y El Juli obligado literalmente a dar una vuelta al ruedo clamorosa. El torero de Sevilla.
El quinto no tiene absolutamente nada. Brevedad, aunque por ahí un doblón rodilla en tierra resulta precioso. La ovación de despedida vuelve a emocionar. Qué torero, qué plaza y qué afición. Una comunión perfecta.